El hecho de que Jesús Egiguren haya sido citado como testigo por la defensa de Arnaldo Otegi es vergonzoso y no puede ser sino considerado como una traición por las víctimas del terrorismo, diga lo que diga el editorialista de El País, diario que se ha convertido en el guardián de las esencias y de lo políticamente correcto.
Pero no, El País no puede disimular tal vergonzoso hecho, las cosas como son. La propia esposa de Egiguren, Rafaela Romero, piensa lo mismo. En la sala del juicio le dijo a Ángeles Pedraza, la presidenta de la AVT, “cuando nos maten, no lloréis”. ¿Pero quiénes, supuestamente, quieren matarlos? Los etarras, sin duda, los amigos de ese a cuyo favor ha sido llamado a testificar su marido. ¿Y por qué se lo dice entonces a Ángeles Pedraza? Porque sabe que testificar a favor de Otegi es una traición a las víctimas. Y trata de contrarrestar el desprecio al que se hace acreedor su marido trasladándolo a las víctimas, culpabilizándolas de lo que les pueda ocurrir. Pero no es probable que ocurra nada, y ojalá así sea, porque Egiguren se portará bien con Otegi.
Recordaba Fernando Savater días atrás que hace 25 años ETA era más importante en el País Vasco que el PNV y que afortunadamente las cosas han cambiado. Pero si han mejorado es porque algunos valientes han plantado cara a la banda, arriesgando sus vidas, y, desde luego, llenándola de incomodidades. Gracias a esos pocos, a los que los partidarios de la banda intentan ofender, tildándolos de imperialistas españoles, o de cualquier otra cosa similar, se viven tiempos de esperanza, en lo relativo al fin del terrorismo, en Euskadi y en el resto de España. Constituiría una horrenda traición a esos valientes y, sobre todo, a las víctimas del terrorismo, hacer cualquier tipo de concesión a los asesinos.
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