Como todo nacionalista, Artur Mas es alguien peligroso, hay que medir las palabras, porque realmente los nacionalistas lo son. Ellos dicen lo que se les ocurre sin que les importe ofender a los demás con sus proclamas, pero a la mínima se sienten ofendidos en lo más hondo de sus sentimientos. Porque ellos hablan de sus sentimientos, los de ellos, hay que recalcarlo, que son sagrados.
Se callan, claro, que los sentimientos son manipulables, por eso juegan en ese terreno y no en el de la razón. Han puesto de moda la identidad colectiva, como si tuviera alguna importancia. Por ejemplo, yo amo a España, porque nací y vivo en ella, pero eso no significa que me tenga que identificar con todo lo que hace España o se hace en nombre de ella; por encima de mi amor a España está mi amor a la justicia.
Artur Mas es un nacionalista profesional, o sea un político. Y juega a enredar. Ha dicho que los partidos políticos rozan la ilegalidad para financiar sus campañas y ha prometido que la suya será una administración honorable y transparente, “y si no es así, cortadme el cuello”, ha añadido. Pero los partidos políticos, desde aquel episodio de Alonso Puerta, han sofisticado en grado sumo sus mecanismos. Félix Millet ha estado haciendo de las suyas durante muchos años y ninguno de los encargados de fiscalizar sus cuentas ha dimitido, con lo cual queda claro que las palabras de Artur Mas se las lleva el viento. Al parecer, sólo un chivatazo de un descontento del propio partido, que además haya obtenido pruebas, puede destapar un caso de corrupción de un partido. Lo que tiene que hacer Artur Mas, en lugar de esa grosería de ofrecer su cuello, es proponer la democratización de los partidos. Que prometa luchar por profundizar en la democracia, comenzando por los partidos. Nadie quiere el cuello de Artur Mas. Que se lo guarde.
'Felipe V'
'Tauroética'
'Fábulas contadas a los niños'
'Espejismos'
'Hablar sin palabras'
'Los tiburones han muerto'
'El Cid contado a los niños'
'Ninfas'
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