Las innumerables televisiones públicas españolas no sólo son un continuo e imparable, por ahora, chorro de dinero de los contribuyentes, sino que, además, no están al servicio de los ciudadanos, al menos en lo que a los informativos se refiere, sino que son instrumentos propagandísticos al servicio del gobierno de cada lugar.
Por otro lado, los ciudadanos nos vamos dando cuenta paulatinamente de la clase de engendro que es esto que llamamos democracia y que consiste básicamente en quienes hacen las listas son los que más poder tienen, y éste a veces es absoluto. Sobre todo si tienen las encuestas a favor, o acaban de ganar unas elecciones. Los políticos, desde luego, luchan por el poder, tratan de acrecentar el que tienen y lo usan, a menudo, sin miramientos. Cuando no tienen todo el poder, se ven obligados a transigir y pactar con los demás, y hasta a aguantar desplantes y golpes bajos. Siempre, y en todos los casos, los ciudadanos no pasan de ser los convidados de piedra, a los que se convoca a unas elecciones, en las que, cómo se sabe, las listas son cerradas y bloqueadas y quienes están en ellas han intentado más agradar a quienes las hacen que a los ciudadanos. Celebradas las elecciones, los ciudadanos pasan a ser, de hecho, súbditos.
En este contexto no es extraño que los Consejeros de RTVE hubieran establecido la censura previa. Les sale del alma, como se suele decir. Luego, se han vuelto atrás, como si tal cosa, quitando importancia al asunto. Lo que en modo alguno cabe esperar de ellos, ni de ninguna otra televisión pública española, es que la pongan al servicio de los ciudadanos. Eso en España, en las circunstancias actuales, es más difícil que el más difícil premio de lotería. No cabe esperar unos informativos de televisión totalmente independientes de los poderes públicos.
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