El diario Las Provincias ha hecho las cuentas. En la Diputación 31 diputados y 37 asesores. Esas 68 personas nos cuestan a los contribuyentes 3173 millones de euros cada año. Lo que tiene que demostrar Alfonso Rus es que ese gasto es rentable. Es decir, que si se suprime la Diputación saldremos perdiendo. Difícil lo tiene, por no decir que imposible.
La respuesta del presidente de la Diputación a quienes insinuaron que éstas deberían abolirse tiene más de chulería que de razonamiento. Bien es cierto que la andanada que lanzó dio de lleno en el blanco, al demostrar la falta de coherencia de esos críticos. Pero ante los contribuyentes quedó peor, porque el debate no está ni mucho menos a la altura de los sueldos que cobran unos y otros. Pagamos impuestos para esto.
En el otro periódico editado en Valencia, el Levante-EMV, figuran entrecomilladas otras palabras de Rus: “Yo no me meto con ninguna institución y conmigo no deben meterse”. La proverbial pobreza argumental de este peculiar personaje ha vuelto a manifestarse una vez más. Objetivamente, no se entiende que haya logrado encaramarse hasta el cargo que ostenta, y que lo haya hecho demuestra que este organismo es prescindible. Porque si se dice que las diputaciones deben abolirse, en modo alguno puede interpretarse que se metan con Rus. Y desde luego ésta es una cuestión que merece ser debatida. Y no sólo esta. Hay muchos organismos que pueden abolirse tranquilamente sin que de ello resulte un perjuicio para los contribuyentes, sino más bien al contrario, porque lo más probable es que resulten beneficiados.
Si las competencias de las diputaciones fueran transferidas a los gobiernos autonómicos, los contribuyentes nos ahorraríamos muchos gastos tontos y un buen número de gestos histriónicos que no tenemos por qué soportar. Una de las “proezas” de Alfonso Rus, esta vez como alcalde, consistió en exigir al Príncipe Felipe que pidiera perdón al ayuntamiento de Játiva, en cuyo momento él pondría al derecho el retrato de Felipe V que unos falangistas pusieron boca abajo en tiempos de Franco.
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