España es un país sin tradición democrática, de ahí que nos impongan una dictadura de partidos, le llamen democracia y nos lo creamos. ¡Pobre del pobre que no acata la ley en España y lo pillan! En España, los pobres, si van por libre y no bajo el manto de algún poderoso, han de ajustarse escrupulosamente a la ley, pero en ningún caso están a salvo de sufrir un atropello.
Los poderosos, en cambio, suelen hacer lo que les da la gana. A veces, la justicia pilla a alguno, y cuando ocurre el interesado, por regla general, no lo entiende. Se desconcierta. Quizá, luego escribe un libro tratando de explicarse.
Rubalcaba es poderoso. Durante mucho tiempo ha sido un poderoso en la sombra, alguien acostumbrado a mover los hilos entre bambalinas, pero últimamente se ha atrevido a dar el salto y aparecer ante la luz pública. Y lo que se le nota es el hábito del poderoso. Ese hacer lo que le da la gana.
Para los pobres, la única garantía es que haya una justicia independiente y respetada. Si no es así, los pobres se convierten en algo así como barquichuelos en alta mar, a merced de las corrientes y las tempestades. Si la ley no impera sobre todas las cosas, los pobres no tienen ninguna seguridad ni garantía.
He aquí pues que cuando el candidato del partido que dice defender a los pobres, Rubalcaba, incita a desobedecer a los tribunales de justicia en el caso de la conocida como sentencia del catalán, o de sortearla, o quitarle importancia, en el caso Faisán, lo que hace es darles una puñalada. Si Rubalcaba quisiera favorecer a los pobres, lo que haría es procurar la pureza y la independencia de la justicia. Ahora bien, si lo que quiere es manipular para que le voten, es muy libre. Tal vez, piensa que dando ese garrotazo a las espaldas de los trabajadores obtendrá algunos votos de más en Cataluña. Comportamientos propios de gente poderosa, que piensa en sí misma sin calcular las consecuencias que sus actos tienen en los demás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario