Este político catalán que un día pretendió ser presidente de España, y a tal efecto consiguió una considerable cantidad de dinero, con la que hizo una gran campaña publicitaria que acabó siendo fallida, ahora juega al separatismo. O, tal vez, la realidad no es que ahora sea separatista, sino que es polifacético, cosa que le ofrece muchas posibilidades.
Miquel Roca i Junyent fue uno de los artífices de que los nacionalistas jugaran con ventaja en la política española, y eso les ha permitido chantajear al partido en el poder. Al hecho de chantajear, Miquel Roca le llama responsabilidad in extremis de CiU. Claro que Miquel Roca da risa, ¿de qué otro modo se puede tomar lo que dice?
Si hubiera democracia en los partidos, sus líderes no podrían imponer su criterio. Si los partidos se vieran obligados a vivir de las cuotas de los afiliados, o que las subvenciones que reciben del Estado estuvieran vinculadas al número de afiliados que estuvieran al corriente de pago de sus cuotas, sus líderes tendrían que procurar atraerse a todos los afiliados que pudieran. Y si como es de justicia, los partidos regionales no pudieran presentarse en solitario a las elecciones de España, sino que tuvieran que ir en coalición todos ellos, su poder se ajustaría más a la realidad. No podrían distorsionar la política de España como lo han venido haciendo. Y, obviamente, no hubieran podido imponer un estado de opinión a la ciudadanía. En lugar de comportarse como si fueran Moisés, tendrían que haber sido servidores de los ciudadanos.
A Miquel Roca le enfada que el PP y el PSOE hayan logrado entenderse, con lo que desaparecen todas las posibilidades de maniobra de quienes componen la plaga nacionalista, y su reacción es la acostumbrada en ellos, o sea, amenazar. Lo propio de los nacionalistas es amenazar, imponer, desvirtuar, tergiversar, etc. Su actitud actual es la de aquel que dice Santa Rita, Rita, lo que se da, no se quita.
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