Monseñor Carlos Osoro, dio una conferencia en el Aula de Las Provincias, titulada “Desafíos y respuestas de la Iglesia a la cultura de hoy”. El citado diario informó de la misma en su edición de ayer.
Si algo resulta penoso para un ciudadano abnegado es la insistencia de la Iglesia en su lucha por el poder. No renuncian los clérigos al papel preponderante que tradicionalmente han desempeñado en la sociedad española. He aquí pues lo que este monseñor dijo en este sentido: “La fe cristiana no se puede quedar apartada de la sociedad, relegada a la esfera privada, no puede convertirse en algo tabú”. Esa manera de plantear las cosas, como debería saber cualquier monseñor, no es correcta. Nadie tiene la obligación de expresar sus creencias, en el caso de que las tenga. Lo que sería conveniente es que el arzobispo y los demás clérigos trataran de ganarse a la gente con sus conductas y no con sus discursos. La Iglesia no debe interferir en la labor de los políticos. Hacerlo está muy feo. Nadie ha dicho, salvo monseñor, que la fe cristiana tenga que ser tabú. Lo que ocurre es que si trato con alguien no me interesa saber si ese alguien tiene o no tiene fe cristiana, sino cómo se comporta.
Habla de los obstáculos que encuentra la Iglesia para la evangelización en la sociedad actual y también dice que la Iglesia ha de atreverse. Ni se da cuenta el buen hombre de que hacer proselitismo es de mala educación. Si alguien intenta convencerme de algo es porque, obviamente, se considera superior a mí. Puede que lo sea, y probablemente lo es, pero manifestarlo tan a las claras no parece correcto. Vivimos también unos tiempos en que toda la información está al alcance de la mano, de modo que si alguien tiene una inquietud, filosófica, moral, de salud, o de cualquier otro tipo, puede saber inmediatamente dónde acudir, si a un filósofo, un sacerdote de alguna religión, la que decida el demandante, un médico, etc.
Lo que deben hacer quienes quieran convertirse en líderes sociales es ganarse tal condición con sus conductas.
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