Ha estado Rodrigo Rato en Valencia, y los empresarios le han hecho el vacío. La gente está cabreada con él, porque ha dejado caer al Banco de Valencia, quizá como estrategia para desprenderse de José Luis Olivas, acaso porque se dio cuenta de que Bankia tiene problemas irresolubles y ese es uno más.
Rodrigo Rato es un señorito del PP al que se le busca acomodo, y se creía que Bankia era un buen sitio para él. Parece ser que no. Bankia presenta demasiados problemas y ahora el PP tiene dos problemas: el de Bankia y el de Rato. También el PP está tratando de colocar a Aurelio Izquierdo, que tanto tuvo que ver en el fiasco de Bancaja y a través de esta, del Banco de Valencia.
Los políticos forman una camarilla en la que se protegen y ayudan unos a otros. Ahí está la jubilación que se ha montado Rodríguez Ibarra, que no tiene nada que ver con la de Julio Anguita, una excepción en la regla. O las canonjías de Bibiana Aído o Leire Pajín. Por cierto, Carmen Amoraga se indigna porque critican los ingresos que percibe esta última. Nada que ver tampoco los ingresos de Leire Pajín con los de muchos de los que se los pagan a través de los impuestos. Tampoco nada que ver con los un científico de primer nivel, que probablemente cobrará bastante menos.
La cuestión es que Rodrigo Rato no tiene la culpa de la situación en que se encuentra el Banco de Valencia, ni tampoco parece que tenga intención de preocuparse por lo que le pueda ocurrir. Rita Barberá, como si pidiera una limosna, le suplica a Rodrigo Rato, puesto que es de su mismo partido, que, al menos, mantenga el nombre del Banco de Valencia. Rodrigo Rato tiene dos oídos, por uno le pueden entrar las cosas, para que le salgan por el otro.
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