¿Tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema? Esa fue su pregunta, que debería haber sido contrarrestada con esta otra: ¿Tiene sentido que Patricia Flores sea la viceconsejera de Asistencia Sanitaria madrileña?
Pues, evidentemente, no. Una persona que hace esa pregunta no está capacitada para ser política. Lo que ocurre es a esa pregunta le puede seguir otra: ¿qué político español está capacitado para su labor? La respuesta también es obvia, basta con ver el estado de las cuentas de todas las Comunidades Autónomas y del gobierno central.
Patricia Flores debería dedicarse a otra cosa. A calcular el número de ratas, o de gatos o perros callejeros que hay en Madrid, o a meditar sobre el coste de los móviles de los políticos a cargo de los contribuyentes y los supuestos beneficios que les reportan a éstos, pero a la política no.
Para ser político en España sólo hace falta una cosa: caerle bien al que manda. El que paga, que es el ciudadano, no cuenta para nada. Llegado el caso, se le mandan cuatro eslóganes, se le cuentan cinco cuentos y se le pide el voto.
Si todas las enfermedades que tuviera que atender la Sanidad pública fueran constipados y similares, no tendría sentido la propia Sanidad pública, que se justifica precisamente por la existencia de esos casos imposibles de atender por la mayoría de los bolsillos particulares.
¿Qué pretenderá hacer esa señora con los enfermos crónicos? Mejor no hacerle esa pregunta, no vaya a ser que estropee más la cosa.
La pregunta, no obstante, está ahí. ¿Qué harían los enfermos crónicos si el sistema no los atendiera.
La cuestión es que nuestros políticos nos piden el voto, muchos se lo dan, y cuando lo tienen, los políticos que ganan se lo gastan todo. No hay más que ver las cuentas. Y luego no hay dinero para atender a los enfermos.
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