Los franceses, o su gobierno, gallean a veces; pero cuando lo hacen antes han procurado poner a resguardo su puchero. La grandeur de los franceses no olvida nunca al estómago. Por eso la Unión Europea ha alcanzado un acuerdo con Marruecos que conviene a los franceses y perjudica a los españoles. Los despabilados franceses, tan nacionalistas ellos, siempre defienden egoístamente los intereses de Francia.
Por su parte, Merkel no puede liderar la Unión Europea. No se fían de ella ni los alemanes. Una cosa es que la votan como la opción menos mala y otra muy distinta que la vean capaz de liderar cualquier proyecto. La Unión Europea es una necesidad, pero ni Merkel ni Sarkozy, excesivamente centrados en sus intereses nacionales, han advertido de que el tratado con Marruecos no conviene a la Unión. Ni a los pobres marroquíes tampoco. Conviene a Mohamed y Francia y Alemania particularmente.
Los franceses gallean a veces, pero nunca pierden nada por hacerlo; lo hacen cuando pueden, o a costa de quien pueden, España a veces. En cambio, cuando gallean algunos gobernantes de España, los españolitos de a pie siempre perdemos algo. El orgullo español a veces es ridículo, aunque no siempre.
Los ingleses, que son bastante prácticos y se fijan bien en lo que ocurre, motivo por el cual saben que la Unión Europea es una necesidad, y, en consecuencia, tienen un pie dentro; pero saben también que tal y como está concebida, no resulta viable, por lo que el otro pie lo tienen fuera.
Y es que la Unión Europea es un conglomerado de intereses en el que cada nación mira por sus propios intereses y ninguna mira por los de todos, y en estas condiciones las más débiles salen perdiendo. Esta vez le ha tocado a España. Tampoco a los gobiernos francés y alemán, con tal de hacer sus negocios, les importa la suerte de los saharauis. Y el gobierno español tampoco acierta a defenderlos.
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