viernes, 20 de septiembre de 2013

Entre el valenciano y el catalán

Ramón Ferrer Navarro es un señor que está simultáneamente en la Real Academia de Cultura Valenciana y en la Academia Valenciana de la Lengua, a la que se suele denominar ente normativo.
Ignoro si es el único caso en el que concurre dicha circunstancia, pero no me extrañaría que hubiera más académicos de una u otra institución dispuestos compartir ambas dignidades.
Conviene recordar que en el suelo español nació un gran patriota llamado José María Aznar, que en cierto momento necesitó los votos de otro gran patriota conocido como Jordi Pujol, que impuso unas cuantas condiciones para dárselos. La cabeza de Vidal-Quadras en Cataluña, la formación de la Academia Valenciana de la Lengua en la Comunidad Valenciana, etc. Y Aznar cedió. Ya se sabe que los patriotas se envuelven en la bandera cuando les conviene. En mi opinión, y hablando en términos generales, Aznar y Pujol han hecho mucho mal a la humanidad.
Desaparecidos de la política ambos patriotas, los valencianos seguimos pagando de nuestro bolsillo a la Academia Valenciana de la Lengua, a la que además Francisco Camps, que sigue disfrutando de secretaria y coche oficial con conductor, incluyó en el nuevo Estatuto que nadie pedía.
La creación de la Academia Valenciana de la Lengua fue una ofensa para la Real Academia de Cultura Valenciana, que está a punto de cumplir cien años. Pero ya se ve que algunos académicos no se dan por ofendidos.
La función de la Academia Valenciana de la Lengua consiste en disolver el valenciano dentro del catalán, sin contrapartidas, como una rendición incondicional. Se obliga a los escolares a aprender una lengua que en la mayoría de los casos olvidarán en cuanto abandonen los estudios. El respeto que tienen los políticos a los contribuyentes es nulo.
Proteger una lengua no es inyectarla en vena para que luego acabe siendo expulsada por el órgano excretor.
Ramón Ferrer dice que hay que defender el valenciano a muerte. Para defender al valenciano, y sobre todo a los valencianos, habría que suprimir a la inútil Academia Valenciana de la Lengua.

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