viernes, 13 de septiembre de 2013

El dinero de los ERE

Mientras la juez Alaya sigue el rastro del dinero de los ERE, los socialistas han hecho una piña en contra suya. Y mientras la critican les queda tiempo para alentar y aplaudir a Pablo Ruz.
En el otro lado ocurre tres cuartos de lo mismo. Gallardón trata de mantener todo bajo control. Durante el felipato todavía quedaba una cierta inocencia democrática. Algunos jueces creían que podían desempeñar su tarea libremente. Luis Lerga Gonzálbez tenía dos casos sobre la mesa. El poder le prometió todo lo que necesitara para uno. Preguntó por el otro caso. Para ese nada, le dijeron. Y abandonó la carrera de juez para dedicarse a la abogacía.
Las cosas hoy están peor. El poder ha sofisticado sus medios. Garzón, que defendió una cosa cuando Pinochet y la contraria en el caso de Assange, llama corruptos a los jueces que le juzgaron. Garzón conoce bien ese mundillo, pero al contrario que Lerga quisiera seguir siendo juez.
Cuando Marino Barbero, con la mochila llena de ingenuidad, pretendió seguir con sus investigaciones, se filtraron a la opinión sus problemas con el banco. Nunca jamás se investigó el origen de esa filtración. Ningún socialista rompió el carnet, ni protestó por la atrocidad.
José Antonio Griñán, que estuvo en la Junta de Andalucía mientras se producía el saqueo de los fondos públicos, se toma a broma a la juez, en lugar de asumir sus responsabilidades, como sí hizo Antonio Asunción cuando fue ministro, en un caso en el que se le podía achacar mucho menos a Griñán en este.
Los socialistas le apoyan y critican a la juez, que es la que trabaja por los ciudadanos, mientras exigen vehementemente que se aclare lo del Gürtel y lo de Bárcenas.
Y mientras tanto nadie se acuerda del caso Millet, que puede quedar en nada. Todo puede acabar quedando en nada, porque como dijo cierta dama “el dinero público no es de nadie”. Pero cuando alguien lo coge, se lo queda. 

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