viernes, 27 de noviembre de 2015

El PP valenciano, en la trampa de Camps

Pero no es que Camps le pusiera ninguna trampa al PP para hundirlo, es que es tonto. Se sacó de la manga un Estatuto nuevo que nadie pedía e incluyó en él a la nefasta y fenicia Academia Valenciana de la Lengua, que tan útil resulta a los catalanistas que gobiernan ahora en el Reino de Valencia. Hemos salido del fuego para caer en las brasas.
Uno de los nocivos efectos del nacionalismo es el afán de emulación que suscita, dado que al estar basado en el egoísmo y el odio resulta muy eficaz para recolectar votos. Camps, cómo no, fue uno de ellos.
Estos impresentables catalanistas que están ahora a los mandos del Reino no sólo se sirven de la citada estupidez de Camps, ideada por Zaplana, que siguió las órdenes de Aznar, para complacer a Pujol, el 'estadista', según muchos. Camps es tonto. Si no lo fuera, y ya que se aplicó a desmontar el zaplanismo, debería haber comenzado por esa cosa que tan cara nos cuesta a los valencianos. Se sirven también de algún que otro invento de González Lizondo, otro nacionalista, que era muy inculto, pero con fuerte instinto de vendedor. Supo ver intuitivamente que había un nicho electoral no cubierto en la oposición al imperialismo catalán, que los impresentables llaman anticatalanismo. No es anticatalanismo, sino el lógico rechazo a esos imperialistas que, en su delirio, se creen lo que no es ni puede ser verdad y se entrometen en donde no les llaman. Y ahora tenemos al enemigo en casa y la confusión por bandera.
González Lizondo no sólo erró al abrazar el nacionalismo (el que sea, todos son iguales), sino que luego no quiso personas inteligentes a su alrededor, para que nadie le hiciera sombra, y se rodeó de 'listos', que acabaron matándolo a disgustos.
González Lizondo acertó al oponerse al imperialismo catalán, pero debió hacerlo sin abrazar ningún nacionalismo.

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