sábado, 2 de abril de 2016

Félix de Azúa no estuvo acertado

Mira que colocar a Ada Colau de pescadera. Si entro en una pescadería y la veo a ella, me voy corriendo a otro lado.
Y si la viera en una verdulería, lo mismo. Si estuviera de camarera en un bar o restaurante, yo pasaría de largo. Hace muchos años vi en una casa de comidas que el camarero metía el dedo gordo en la sopa, pero no en un plato y por accidente, sino en todos los platos de sopa que servía. Así me imagino a Ada Colau, y lo digo bien claro, sabiendo que sus partidarios no soportan que se la critique. Pero es que esta mujer no da una a derechas. Lo suyo es ignorancia y desparpajo. Los barceloneses pueden estar todo lo contentos con ella que quieran, y yo me hago cruces de que sea así, pero esta señora es un desastre total, se la mire por donde se la mire. Es la prueba palpable de que el nacionalismo ha generado monstruos, dicho sea en plan metafórico, no vaya a ser que se moleste algún podemita, que esta es otra.
Los podemitas pueden insultar, faltar u ofender todo lo que se les antoje, pero ojito con criticarlos a ellos porque enseguida montan un escrache. Rosa Díez se atrevió a dar una conferencia en una universidad controlada por ellos y tuvo que sufrir su furia.
Uno que luce cola de burro en su peinado lanzó el siguiente tuit: «Hay ataques que no pueden quedar indemnes. Bien hecho...» La cuestión tiene que ver con el hecho de que una señora con posibles llevó a su niño al Congreso de los Diputados y el bebé permaneció callado todo el tiempo. Una joya de criatura.
Lo políticamente correcto se impone. Hay que saber comprender en qué consiste: Todo lo que hagan los podemitas está bien. Todo lo que hagan los demás está mal.

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