lunes, 11 de abril de 2016

Un catalán con criterio

No es fácil ir por la vida contra corriente. La manada no ve con buenos ojos a quienes no se le unen y aceptan sin rechistar sus postulados.
Para buscar la verdad hay que andar en solitario y estar dispuesto a recibir pedradas e improperios. La manada, en cambio, exige que se comulgue con ruedas de molino. La manada impone unas condiciones que no tienen pies ni cabeza, son absolutamente descabelladas, pero hay insignes cerebros que las defienden y lo hacen convencidos de que la razón está de su parte. Se deduce, pues, que la manada obnubila los cerebros.
La manada catalanista es especialmente enfermiza y cualquier cosa que se le oponga es contestada con desprecio, con odio, y con mentiras, y quizá ni ellos mismos son conscientes de la falsedad de lo que dicen.
Los catalanistas dicen amar la lengua, la suya, y eso es mentira. Si la amaran la cuidarían y harían lo posible para que fuera amada por todos. Sin embargo, intentan imponerla por la fuerza, con lo cual consiguen que se la odie, la utilizan como proyectil contra el enemigo, porque los nacionalistas necesitan señalar un enemigo, y mienten todo lo que sea necesario.
El filólogo catalán Manuel de Montoliu de Togores reconoció que la lengua valenciana es anterior a la llegada de Jaime I a Valencia, algo que también dijo el historiador Antonio Ubieto Arteta, y a partir de ese momento los catalanistas le hicieron la vida imposible.
A los nacionalistas no les importa la verdad, sino su relato.
La valenciana adquirió la categoría de lengua siglos antes que la catalana, de modo que lo único que hace la Academia Valenciana de la Lengua es gastar el dinero de los valencianos con el fin de propagar una mentira.
Estamos en crisis, sufriendo recortes, y al mismo tiempo derrochando dinero en una solemne chorrada que sólo sirve para contentar a los oligarcas catalanes.

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