miércoles, 27 de abril de 2016

No es exclusivo del País Vasco

El mismísimo Satanás saldría huyendo despavorido si tuviera delante a Otegui, sin embargo unos canallas, porque no se puede llamar de otro modo a quienes pisotean a las víctimas del terrorismo, lo han invitado al Parlamento Europeo.
ETA es un excremento de la sociedad vasca. En todos los lugares en los que el nacionalismo arraiga y se hace fuerte surge lo peor del ser humano. Eso no significa que todos los vascos sean iguales, ni mucho menos, sino que los vascos que eran malos se hacen peores. Bastantes de ellos, incluso llegaron al asesinato, mientras los más pusilánimes procuraban mimetizarse con el entorno para salvar el pellejo. La vida de los vascos buenos, en cambio, estuvo y está plagada de dificultades y muchos ni siquiera lograron conservarla.
Pero esa maldad latente que había en el País Vasco también estaba en el resto de España y del mundo. En Cataluña hubo otro grupo terrorista, aunque no duró tanto como el vasco, pero quienes no se adaptan allí a lo establecido por las oligarquías locales lo tienen más complicado que el resto.
Cuando Aznar salió ileso de un atentado terrorista, delante de mí alguien dijo: ¡Lástima!, y otra persona respondió con la misma palabra. ETA ha tenido y tiene admiradores por toda España, e incluso la Francia daba cobijo a sus pistoleros.
El nacionalismo, que funciona como una religión, es el caldo de cultivo en el que florecen, se desarrollan y medran los más bajos instintos humanos. Últimamente han surgido otros partidos que también funcionan como una religión, y se dedican a favorecer, utilizar y aprovechar para sus propios fines las peores maldades que han surgido de los nacionalismos. Algunos de los líderes de estos partidos de nuevo cuño son retoños de antiguos terroristas del FRAP. Fantasmones sin alma, con un desparpajo que excede todo lo imaginable. Rebuznan y se creen a la altura de Savater.

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