miércoles, 6 de abril de 2016

Ribó, un tipo de cuidado

Llegó el momento en que la gente se tenía que cansar de Rita Barberá. La ceguera de los votantes no podía ser eterna. Es cierto que la ex alcaldesa no tuvo casi oposición a lo largo de su mandato, pero así y todo algún día se le tenía que terminar la buena suerte.
Había un partido que merecía el voto, que es UPyD, gracias a cuya gestión muchos valencianos han recuperado el dinero que habían invertido en las preferentes, pero el agradecimiento y el aprecio del trabajo bien hecho no forman parte de los motivos que influyen en el voto de los españoles, que fundamentalmente se basa en el capricho y el deseo de ser aceptado en ciertos grupos.
Por esos motivos Ribó accedió a la alcaldía de Valencia y puede decirse que tiene admiradores que lo consideran un buen alcalde. La etiqueta de izquierdista hace milagros en ciertos sectores. Pero quienes le observen sin prejuicios podrán darse cuenta sin mucho esfuerzo que su rostro no es ajeno a la petreidad. Es más, se tiene la impresión de que quien le dé un golpe en la cara se va a romper la mano, igual que si se lo diera a cualquier estatua de las que ornan las calles.
En aporrea. org hay un artículo suyo, escrito en 2005, en el que babea por Chávez. En 2013 volvió a declararse admirador de Chávez. Y últimamente lo han pillado como integrante de una Fundación del chavismo.
La naturaleza de este personaje, como la de todos los admiradores de Chávez, es totalmente dictatorial, por mucho que lleven la palabra democracia incrustada en la boca. Fuentes bien informadas me han hecho saber que jamás habla en español y cabe deducir de sus actuaciones que su sueño consiste en que los valencianos utilicemos el catalán como lengua única, cosa que en lo que a mí respecta no va a ocurrir.
Ribó debería dimitir o ser destituido fulminantemente, pero eso no es probable que ocurra.

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