domingo, 10 de abril de 2016

No puede ser cierto lo que dice P.I

«Han intentado domesticarnos», ha dicho y no me parece probable que haya mucha gente dispuesta a acometer una tarea que se presenta como hercúlea. No obstante, es un avance que haya reconocido que está por desbravar.
Eso es evidente para toda aquella persona que vaya por la vida con los ojos abiertos, aunque esos a los que Jon Juaristi califica como majaretas apacibles se nieguen a verlo y se dejen llevar por sus delirios furiosos.
Alguien que hace escraches (a Rosa Díez, sin ir más lejos), amenaza (el miedo va a cambiar de bando), es clasista (lúmpenes de clase mucho más baja que la nuestra), falta al respeto a los contribuyentes (en la toma de posesión del escaño, por poner un ejemplo entre muchos), o, para terminar por no alargar demasiado la cosa, es incapaz de condenar a los regímenes de Venezuela o Irán, es obvio que está muy lejos de tener principios democráticos.
La democracia sólo es posible a partir de un grado avanzado de civilización, y lo que pretende este sujeto, sirviéndose de una formación de extrema izquierda, habilitada al efecto para ese fin, es alcanzar el poder y no soltarlo jamás.
Sin contar con las mentiras que dijo sobre su padre y su abuelo fueron represaliados, puesto que el segundo fue juzgado por hacer sacas y su padre por pertenecer al FRAP.
A la vista de sus antecedentes no es extraño que sea más cercano a los etarras que a sus víctimas, ni que cometiera la bajeza de calificar a Otegui como preso político.
Hay maestros a los que la naturaleza ha dotado con una paciencia extraordinaria y son capaces de hacer maravillas con los alumnos más difíciles, pero creo que incluso éstos abandonarían la tarea de convertir a esta pieza en un hombre de bien en el caso de que hubieran osado comenzarla.

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