Caminamos inexorablemente hacia la unión europea, no por convencimiento, sino por necesidad. Esto último es lo positivo, pues viene a significar que por muchos impedimentos que surjan, se llevará a cabo. Los beneficios que resultarían de dicha unión son muchos, como el de lograr una mayor solidaridad entre todos y una mayor homogeneización de derechos y deberes. Por otro lado, una Europa fuerte sería mucho más eficaz a la hora de intentar resolver los grandes problemas que surgen en el mundo y muy frecuentemente en las cercanías de nuestro continente. Podría también ayudar en el desarrollo de los países más desfavorecidos. Sin embargo, parece que la historia tiene movimientos pendulares, o quizá resulta que como dicha unión no progresa por convencimiento sino por necesidad, simultáneamente surgen movimientos disgregadores. Ahora surge el zarpazo nacionalista en Escocia. Mientras caminamos hacia el futuro, surgen movimientos que pretenden llevarnos al pasado. Los nacionalismos hoy en día se nutren de egoísmo y de odio. Su modo de lograr adeptos consiste en fomentar el odio al necesario enemigo y también en prometer ventajas si se logra la independencia. Estos sentimientos, que a veces están muy a flor de piel, porque las gentes pueden presentir que algunas de sus costumbres ancestrales están en peligro de desaparecer, no deberían ser aprovechados por los políticos. ¿Pero cómo esperar que dejen pasar la oportunidad de lograr una poltrona, de influir en las gentes y manejar el presupuesto? Dentro de lo irresponsable que viene demostrando ser la clase política, que con tal de ganar las elecciones o de gobernar es capaz de cualquier cosa, hay quienes destacan en este aspecto. Muchos tienen al elector como un medio para lograr sus fines. Acaso, fue Adolfo Suárez el único que permitió pensar que lo tenía como un fin al que dedicó sus esfuerzos. Supongamos que Escocia y algunas otras regiones se independicen. Más pronto que tarde, cuando la Unión Europea se haga realidad, tendrán que volver a unirse, aunque bajo otra bandera, a sus antiguos enemigos. ¿Se preguntarán si valió la pena el viaje?
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