Durante los años en que los tipos de interés se mantuvieron bajos, nadie se preocupó por quienes contrataban hipotecas. Nadie quiso decirles que ese estado de cosas no tenía el porqué ser perenne. Lo que han venido recalcando los sucesivos gobiernos es que España va bien, es la nación cuya economía más crece, etc. No es cierto que España vaya bien. Va bien para las grandes fortunas. Los más necesitados pierden poder adquisitivo. Cosas de la globalización, dicen, contra la que no se puede luchar. Parece ser que a los partidos políticos les convenía la fiebre constructora. Los concejales de urbanismo han vivido su edad de oro. Por otro lado, cada uno de los gobiernos autonómicos españoles y también el gobierno de España, han procurado ganar la voluntad de los votantes. Son ingentes las cantidades de dinero las gastadas en las distintas televisiones, principalmente con motivos propagandísticos. Hay mucho dinero gastado en asuntos “culturales”, que acaso no lo sean tanto, sino que más bien tienen que ver con la manía de diferenciar. El ser humano, cada ser humano, adquiere su personalidad por sí mismo, con sus lecturas, sus meditaciones, sus experiencias, sus decisiones, etc. Al final, es valenciano, español, vasco o inglés, quien no puede ser otra cosa, puesto que ni ha leído, ni meditado, ni aprovechado sus experiencias, ni ha tomado decisiones correctas. Al final resulta que muchos de quienes contrataron las hipotecas, mediante las que daban vida a toda una serie de estamentos, organismos y empresas, han quedado atrapados en la trampa. Para poder pagar los plazos de la hipoteca han de prescindir de cosas absolutamente necesarias. Y no pueden escapar de la hipoteca puesto que les resulta imposible vender el piso por el precio suficiente para pagar al banco y quedar libre de deudas. Si estos gobiernos, estos partidos, en lugar de gastar el dinero en cosas que al final no le producen ningún beneficio al contribuyente, lo hubieran gastado en cosas productivas, en investigación y educación, las cosas ahora no presentarían tan mal cariz.
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