Varios partidos nacionalistas, entre los que hay vascos y catalanes, pedirán al Parlamento Europeo el reconocimiento de las naciones sin estado. He leído la noticia en el diario La Vanguardia, que añade, que los nacionalistas manifiestan que treinta millones de ciudadanos, por un problema grave de democracia, están privados del derecho de autodeterminación. Cualquiera puede darse cuenta enseguida que se trata de gente aburrida y bien alimentada, que no sabe como pasar el rato. En mi calidad de ser humano, me preocupa el hambre del mundo, que no se le puede escapar a nadie, no sólo porque los medios de comunicación actuales nos ponen al alcance de la mano todo lo que ocurre en el mundo, sino también porque puesto que en los lugares en los que hay hambre también se sabe lo que ocurre en otros lugares, hay en marcha ahora mismo un movimiento migratorio, que parece imparable. La cuestión es que según cuentan quienes han ido a ver la pobreza de cerca, entre los pobres la solidaridad y el espíritu de ayuda mutua surgen espontáneamente, llegando a extremos verdaderamente hermosos. Quienes no han conocido otra cosa, se imaginan el mundo de esta manera. Lejos están de darse cuenta de que cuando el ser humano tiene algo que conservar suele perder alguna de esas bellas cualidades, que le hacen digno de interés. En el mundo “civilizado” se lucha palmo a palmo por conseguir un coche mejor. Las zancadillas están a la orden del día. Estos inmigrantes, algunos africanos, cuando llegan aquí, en patera o como sea, descubren la selva. Pero no lo han visto todo, todavía tendrán que averiguar (y adaptarse a la situación después), que algunos no luchan por mejorar las condiciones de vida de las gentes, sino por los derechos de autodeterminación. ¿Y de qué modo repercute en los países del tercer mundo esa lucha por la autodeterminación? Pues, en mi calidad de ser humano, no puedo más que pensar que repercute desviando la atención de las gentes de los verdaderos problemas y retardando su solución.
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