martes, 28 de agosto de 2007

Pedro J. y Ruiz-Gallardón

El director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, escribió un artículo en el que se refirió a la ya muy conocida salida de tono de Alberto Ruiz-Gallardón, mediante la que se postuló para figurar en las listas del PP en las próximas elecciones generales. A estas alturas ya es muy sabido que el interés de Pedro J. consiste en vender muchos periódicos y también que Ruiz-Gallardón no le sirve demasiado en este propósito, puesto que se decanta más por El País, su competidor. Evidentemente, merecerían ser tenidas en cuenta muchas de las cosas que dice Pedro J. , si no fuera porque principalmente van destinadas a influir en el dedo de Rajoy, que es el que teóricamente señala quien debe ir en las listas y quien no. Y este es el meollo de la cuestión. He aquí los motivos por los que los políticos se ven obligados a ganarse la voluntad del jefe en lugar de la de los electores. Con las listas abiertas, o cualquier otro procedimient0 que implicase una mayor participación de los ciudadanos en la cuestión política, quizá no hubiesen salido elegidos Zapatero, Rajoy, Ruiz-Gallardón o Montilla. Los políticos se relacionarían de otra forma entre sí, pero es que también tendrían que modificar su forma de hacer política. Con listas abiertas, no es probable que los valencianos nos viéramos obligados a soportar, y pagar, a la fenicia AVL, porque cualquier político, fuera del partido que fuera, que se comprometiera a procurar su disolución obtendría un gran caudal de votos. Del mismo, quienes en Cataluña propugnaran por destinar las subvenciones del Omnium Cultural a las guarderías, tendría mucho ganado. Y así, más o menos, en todas partes. Y no sólo se haría política de otro modo, y quizá viéramos caras diferentes en los Parlamentos; también tendría que ser diferente la forma de hacer periodismo, al menos en lo que a la faceta política se refiere. Pedro J., por ejemplo, no tendría que convencer a los votantes del PP de que Rajoy haría bien desestimando la candidatura de Ruiz-Gallardón, sino que tendría que convencer directamente a los votantes para que votaran a otro, si esa fuera su intención.

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