Con este mismo título, publicó un artículo Pilar Portero en Soitu. La realidad a la que alude resulta desconcertante, puesto que Internet, de puro incontrolable, vino a traer aires de libertad. Pero la libertad da mucho miedo, ya se viene viendo desde el principio de los tiempos.
En la sociedad actual, por otra parte, hay una inercia que contagia todos los campos. Los intelectuales, que eran los primeros en protestar y en oponerse a la arbitrariedad y al mal gusto, están todos en nómina, dispuestos a dictaminar lo que desee el poder en cada momento, aunque sea ilegal. Por ejemplo, el Consejo Valenciano de Cultura, bajo el mandato del PSPV estuvo a favor de la intervención ilegal del Teatro Romano de Sagunto, cuestión muy controvertida, por otra parte; el partido en el poder no debió actuar como si fuera el dueño del Teatro y de la Verdad Absoluta. Años más tarde, bajo el mandato del PP, el mismo CVC, aunque con otros componentes, se mostró favorable a no acatar la sentencia de los tribunales de justicia que ordena revertir el Teatro a su estado original.
Si los intelectuales están todos a nómina en algún organismo cultural, de los periodistas, otros seres prestos a la denuncia y a la protesta, cabe decir algo similar, puesto que las empresas en las que trabajan ya no dependen principalmente del público en general, puesto que en la actualidad los principales compradores de periódicos son las administraciones públicas y quien paga manda. Los sindicatos también dependen de las subvenciones y el capital también hace lo posible por desactivarlos. En el caso de los blogueros la situación parecía ser otra, dado que no sujeción a ninguna nómina ni tampoco, por lo general, dependencia de los anunciantes, lo que les daba la posibilidad de levantar la voz. Pero los partidos, en su afán de fidelizar a sus votantes, insisten en convertirlos en sectarios, de lo que no escapan los blogueros. Por otro lado, con el fin de lograr más lectores, éstos se integran en portales, y en éstos no es difícil que surjan camarillas que impongan su ley. Siempre pueden hacer callar a uno, o expulsarlo a veces de forma justa y en otras con manifiesta injusticia.
En la sociedad actual, por otra parte, hay una inercia que contagia todos los campos. Los intelectuales, que eran los primeros en protestar y en oponerse a la arbitrariedad y al mal gusto, están todos en nómina, dispuestos a dictaminar lo que desee el poder en cada momento, aunque sea ilegal. Por ejemplo, el Consejo Valenciano de Cultura, bajo el mandato del PSPV estuvo a favor de la intervención ilegal del Teatro Romano de Sagunto, cuestión muy controvertida, por otra parte; el partido en el poder no debió actuar como si fuera el dueño del Teatro y de la Verdad Absoluta. Años más tarde, bajo el mandato del PP, el mismo CVC, aunque con otros componentes, se mostró favorable a no acatar la sentencia de los tribunales de justicia que ordena revertir el Teatro a su estado original.
Si los intelectuales están todos a nómina en algún organismo cultural, de los periodistas, otros seres prestos a la denuncia y a la protesta, cabe decir algo similar, puesto que las empresas en las que trabajan ya no dependen principalmente del público en general, puesto que en la actualidad los principales compradores de periódicos son las administraciones públicas y quien paga manda. Los sindicatos también dependen de las subvenciones y el capital también hace lo posible por desactivarlos. En el caso de los blogueros la situación parecía ser otra, dado que no sujeción a ninguna nómina ni tampoco, por lo general, dependencia de los anunciantes, lo que les daba la posibilidad de levantar la voz. Pero los partidos, en su afán de fidelizar a sus votantes, insisten en convertirlos en sectarios, de lo que no escapan los blogueros. Por otro lado, con el fin de lograr más lectores, éstos se integran en portales, y en éstos no es difícil que surjan camarillas que impongan su ley. Siempre pueden hacer callar a uno, o expulsarlo a veces de forma justa y en otras con manifiesta injusticia.
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