miércoles, 7 de octubre de 2009

Pobre, pero honrado

En otros tiempos, que a la vista de las circunstancias parecen más remotos de lo que son, se decía eso: soy pobre, pero honrado. Estas cosas antes surtían algún efecto, hoy no darían más que risa. En la actualidad, conviene hacerse rico (me tengo que hacer rico). Algunos saben cómo.
Una anciana de cerca de noventa años, casi impedida, puede pasarse meses o años, cumplimentando solicitudes, acompañadas por una serie interminable de certificados, para que al final le digan que no hay presupuesto. Una anciana de noventa años puede representar en este caso a una legión. ¿Cuánta gente, al borde de la desesperación o ya totalmente desesperada, estará pidiendo ayuda a los organismos españoles encargados de estos asuntos? Hay mucha gente que vive angustiada y es imposible no darse cuenta, aunque ya se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
El dinero abre todas las puertas. Algunos de los chorizos (no pongo nombres, porque si lo hago, encima que a ellos no les va a pasar nada, puede que a mí me metan en la cárcel) se han retratado con personas tan respetables como jueces, magistrados, cardenales, obispos y hasta Papas. Un rico pide audiencia a quien sea y generalmente se la conceden enseguida. Nunca le preguntan: El dinero proporciona unas facilidades que ni siquiera puede sospechar quien no lo tiene. A un tonto rico le pueden pedir consejo e incluso nombrarlo presidente o consejero de algo. Quienes tienen facilidad para conseguir dinero (y si los pillan, no lo han de devolver y tampoco pasan mucho tiempo en la cárcel) no se lo suelen pensar dos veces. Esta democracia española está muy mal diseñada. Debería publicarse una lista de los políticos españoles de la democracia, con lo que tenían antes de dedicarse a la política y lo que tenían cuando la dejaron.

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