Cuando imaginábamos la democracia pensábamos que la corrupción sería mucho más difícil en este sistema, dado que unos partidos vigilarían a otros y enseguida denunciarían cualquier desmán. Quienes se encargaron de diseñar la democracia no eran tan ingenuos. Pronto se pudo ver. Otro ingenuo, Alonso Puerta, denunció la adjudicación irregular de contratas. Desde entonces, nadie ha vuelto a denunciar una actuación irregular de su partido, al menos, mientras estuviera en el cargo.
En los años siguientes se han descubierto muchos casos de corrupción, grandes o pequeños, y generalmente a causa de filtraciones anónimas, procedentes del propio partido, aunque a veces se ha intentado hacer creer que se trataba de investigación periodística. Lo más habitual es que los partidos se acusen entre ellos de corrupción, sin aportar datos ni pruebas. Cualquier leve indicio en contra de uno de ellos ya es suficiente para que los demás les acusen, con gran convencimiento (y habría que estudiar en que se funda este convencimiento) de gran corrupción.
Si los concejales de Urbanismo tienen mala fama es por algo. Y si hay un estado de cosas que propicia que estos concejales puedan hacer lo que les da esa mala fama, también debe de tener algún motivo. Y si los líderes de los partidos no corrigen la situación, el asunto resulta más que sospechoso. Y, además, esa es la causa de que en España hayamos tenido la burbuja inmobiliaria que tanto daño ha hecho.
Ahora, el diario El País dice que Pujol favoreció a 28 empresas que financiaron su partido. Y la pregunta es si existe algún partido libre de sospecha. No cabe esperar que los partidos, avergonzados, se reúnan para liquidar el sistema y crear otro en el que el poder lo tengan los ciudadanos, en lugar de ellos. Lo probable es que otros partidos aprovechen para atacar a CDC, y que Mas alegue que atacar al CDC sea atacar a Cataluña.
En los años siguientes se han descubierto muchos casos de corrupción, grandes o pequeños, y generalmente a causa de filtraciones anónimas, procedentes del propio partido, aunque a veces se ha intentado hacer creer que se trataba de investigación periodística. Lo más habitual es que los partidos se acusen entre ellos de corrupción, sin aportar datos ni pruebas. Cualquier leve indicio en contra de uno de ellos ya es suficiente para que los demás les acusen, con gran convencimiento (y habría que estudiar en que se funda este convencimiento) de gran corrupción.
Si los concejales de Urbanismo tienen mala fama es por algo. Y si hay un estado de cosas que propicia que estos concejales puedan hacer lo que les da esa mala fama, también debe de tener algún motivo. Y si los líderes de los partidos no corrigen la situación, el asunto resulta más que sospechoso. Y, además, esa es la causa de que en España hayamos tenido la burbuja inmobiliaria que tanto daño ha hecho.
Ahora, el diario El País dice que Pujol favoreció a 28 empresas que financiaron su partido. Y la pregunta es si existe algún partido libre de sospecha. No cabe esperar que los partidos, avergonzados, se reúnan para liquidar el sistema y crear otro en el que el poder lo tengan los ciudadanos, en lugar de ellos. Lo probable es que otros partidos aprovechen para atacar a CDC, y que Mas alegue que atacar al CDC sea atacar a Cataluña.
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