Se empeña Mariano Rajoy en defender lo indefendible a estas alturas. Dice que es injusto extender un manto de descrédito a toda la clase política, siendo así que sólo el 0,7% de todos los cargos públicos ha estado sometido a investigación. Eso es como lo del prestidigitador que señala hacia un sitio para que no se mire hacia otro.
¿Qué entenderá Rajoy por corrupción? Sólo falta que diga que sólo una parte de ese 0,7% es condenada finalmente. Sin embargo, es mucho el dinero que deben las administraciones públicas a sus proveedores. Es mucho el endeudamiento de los ayuntamientos, los cuáles han incurrido en muchos gastos inútiles. Por algo tiempo atrás la concejalía de Urbanismo era la más deseada de todas.
Quizá el hecho de que sean escasos los cargos públicos investigados se deba a que el sistema político es impenetrable. Muchos de los casos se destapan a raíz de las denuncias de los propios compañeros de partido. El caso Millet ha tardado muchos años en salir a la luz. No es descabellado pensar que hay más casos como ese sin destapar en España. Pasqual Maragall habló del 3% y por algo sería. Jordi Pujol amenazó con tirar de la manta.
Pero además de toda esa corrupción que se sospecha que existe y que no sale a la luz por lo bien que se saben proteger los partidos en este punto (cosa que cada vez hacen mejor), hay que contar también con la corrupción legal, esa que se hace con luz y taquígrafos, y que no deja de ser inmoral. El hecho de que los partidos presenten listas cerradas también merezca la misma calificación. Y que los partidos intervengan en el nombramiento de los jueces, lo mismo. El derroche por parte de la clase política no ayuda a eliminar la percepción de la corrupción.
¿Qué entenderá Rajoy por corrupción? Sólo falta que diga que sólo una parte de ese 0,7% es condenada finalmente. Sin embargo, es mucho el dinero que deben las administraciones públicas a sus proveedores. Es mucho el endeudamiento de los ayuntamientos, los cuáles han incurrido en muchos gastos inútiles. Por algo tiempo atrás la concejalía de Urbanismo era la más deseada de todas.
Quizá el hecho de que sean escasos los cargos públicos investigados se deba a que el sistema político es impenetrable. Muchos de los casos se destapan a raíz de las denuncias de los propios compañeros de partido. El caso Millet ha tardado muchos años en salir a la luz. No es descabellado pensar que hay más casos como ese sin destapar en España. Pasqual Maragall habló del 3% y por algo sería. Jordi Pujol amenazó con tirar de la manta.
Pero además de toda esa corrupción que se sospecha que existe y que no sale a la luz por lo bien que se saben proteger los partidos en este punto (cosa que cada vez hacen mejor), hay que contar también con la corrupción legal, esa que se hace con luz y taquígrafos, y que no deja de ser inmoral. El hecho de que los partidos presenten listas cerradas también merezca la misma calificación. Y que los partidos intervengan en el nombramiento de los jueces, lo mismo. El derroche por parte de la clase política no ayuda a eliminar la percepción de la corrupción.
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