sábado, 19 de diciembre de 2009

35 años en la cárcel, injustamente

Después de haber pasado 35 años en la cárcel, James Bain, de raza negra, ha sido declarado inocente, después de la organización Proyecto Inocencia se empeñase en que se hiciesen las pruebas del ADN. Fue condenado a cadena perpetua en 1974, por un delito que evidentemente no cometió.
Es fácil pedir ahora que se castigue a quienes le condenaron y que se critique el sistema de justicia. Sin embargo, la conclusión que cabe extraer es que todos los sistemas son mejorables y se debe hacer lo posible por mejorarlos y que nunca se alcanzará la perfección. Los jueces se equivocan, los médicos se equivocan, los políticos se equivocan. ¿Acertó Reagan propiciando el desplome de la URSS? De todos modos hubiera ocurrido y si bien es cierto que ha desaparecido una cosa mala, con su caída han entrado en escena otros males. Nunca nos preguntamos lo que hubiera ocurrido de haber actuado de otra manera, quizá porque la cosa ya no tiene remedio.
No es descabellado pensar que el juez que condenó a James Bain estaba convencido de haber dictado la sentencia correcta. Lo que ocurre es que es muy difícil hacer justicia. Un juez maneja pruebas, escucha al fiscal y al abogado defensor y con todo eso, se equivoca. El Proyecto Inocencia
ha conseguido sacar de la cárcel a más de cien personas, algunas de las cuales iban a ser ajusticiadas. Siempre será mejor la cadena perpetua que la pena de muerte. Condenar a muerte a una persona es creerse infalible.
En la vida ordinaria nos convertimos en fiscales, jueces y verdugos, todo al mismo tiempo, cuando juzgamos a los demás. Si quien es juzgado está indefenso y nos cae mal, la sentencia y la ejecución suelen ser implacables. Y no hay prueba de ADN que valga.

1 comentario:

Leona catalana dijo...

El tema es durísimo. 35 años suponen toda una vida. Y sabemos que muchas vidas no culpables han sido cortadas con la pena de muerte. Ni siquiera los culpables deberían morir a manos del hombre, pues nadie está por encima del bien y del mal.

Los terroristas que matan al por mayor y sin escrúpulos exacerban los sentidos de la gente honesta, que pide la pena de muerte. La piden por culpa de la in-justicia que supone que con unas cuántas leyes obsoletas y sin sentido, los asesinos nunca arrepentidos se vayan de rositas y encima se rían de sus víctimas y de la sociedad en general.

Impartir justicia no debería ser tan complicado, siempre y cuando las herramientas humanas de las que se vale fuesen efectivas.
En el caso de James Bain bastó que fuese negro para que ningún profesional se tomase la molestia de hacer el trabajo correctamente.