En la situación actual parece arriesgado decir que Diego Pastrana aun ha tenido suerte, pero lo cierto es que en este mundo tan arbitrario son muchos los que sufren situaciones injustas y crueles y nunca se les va a reconocer. Es más, se le podría preguntar cuál hubiera sido su actitud en el caso de que le hubiera ocurrido a otro, porque todos estamos a firmar manifiestos contra alguna lapidación, pero basta con que nos pongan un presunto culpable ante los ojos para que corramos a apedrearlo.
Quizá lo anterior se deba, al menos en parte, en la poca fe que inspira la justicia. Quienes la han politizado egoístamente deberían meditar acerca del mal que han hecho. Es evidente que la justicia tampoco sería perfecta, pero se debería procurar por todos los medios que la gente creyera en los jueces. También ellos tienen su parte de culpa, puesto que soportan la situación.
El caso de Diego lo inició un pediatra que quizá cumplimentó el boletín en la creencia de que la policía averiguaría la verdad de las cosas. El pediatra debería haber tenido respeto por Diego y haber hecho un examen más profundo antes de cumplimentar el nefasto boletín. Por su parte, los policías no esperaron a conocer el dictamen del forense, ni la sentencia del juez. Se basaron en el parte del médico, hecho al buen tuntún, como se ha visto después, para considerar culpable al detenido y ensañarse con él. Y, por su parte, la prensa ya imita a la televisión: todo por la audiencia. Y por ese camino al final ni se podrá creer en los jueces, ni en los médicos, ni en los políticos, ni en la prensa. Si ahora se cierra el caso castigando a una sola persona, y sin tomar otras medidas, es muy posible que vuelva a ocurrir lo mismo si se presenta una situación similar.
Quizá lo anterior se deba, al menos en parte, en la poca fe que inspira la justicia. Quienes la han politizado egoístamente deberían meditar acerca del mal que han hecho. Es evidente que la justicia tampoco sería perfecta, pero se debería procurar por todos los medios que la gente creyera en los jueces. También ellos tienen su parte de culpa, puesto que soportan la situación.
El caso de Diego lo inició un pediatra que quizá cumplimentó el boletín en la creencia de que la policía averiguaría la verdad de las cosas. El pediatra debería haber tenido respeto por Diego y haber hecho un examen más profundo antes de cumplimentar el nefasto boletín. Por su parte, los policías no esperaron a conocer el dictamen del forense, ni la sentencia del juez. Se basaron en el parte del médico, hecho al buen tuntún, como se ha visto después, para considerar culpable al detenido y ensañarse con él. Y, por su parte, la prensa ya imita a la televisión: todo por la audiencia. Y por ese camino al final ni se podrá creer en los jueces, ni en los médicos, ni en los políticos, ni en la prensa. Si ahora se cierra el caso castigando a una sola persona, y sin tomar otras medidas, es muy posible que vuelva a ocurrir lo mismo si se presenta una situación similar.
1 comentario:
Yo ya no creo ni en jueces, ni en la ley, ni en los mass media. Si a mí me pasara algo así, me tomaría la justicia por la mano.
Publicar un comentario