Con respecto a este asunto, conviene tener en cuenta que los partidos políticos españoles son estructuras de poder, cuyas formas a estas alturas ya son muy sofisticadas, de tal modo que cuando alguien se instala en la cúspide de alguno de ellos resulta muy complicado hacer que deje el cargo.
Es obvio que al PSOE le interesa sustituir a Zapatero cuanto antes, y quizá no sólo por el bien del partido, sino también pensando en el de España. Son muchos los daños provocados por la incompetencia del actual presidente del gobierno, pero ya se ve que no hay manera de convencerlo para que deje su lugar a otro. En la actualidad, da la impresión de que Rubalcaba toma todas las decisiones, por lo que es el presidente de facto, pero eso tampoco es definitivo, porque el poder sigue en las manos de Zapatero, y puede volver a tomar las riendas en cuanto se lo proponga.
Hay otra cuestión que tampoco conviene perder de vista. Zapatero no es consciente de haber hecho nada malo. Ni siquiera cuando dictaba una medida que contradecía otra de signo opuesto tomada poco antes era consciente de estar tomando el pelo al personal. Él todo lo hace por el bien de los ciudadanos, incluso cuando les rebaja el sueldo, o les sube los impuestos, o los derrocha concediéndolos caprichosamente para una causa que le importa a él. La culpa de la crisis no es suya, por supuesto, sino de Aznar; el hecho de que negara la crisis por motivos electorales, y no tomara medidas cuando tocaba es lógico: hubiera ganado la derecha de no actuar así. Todo tiene explicación en su mente.
De modo que parece evidente que Zapatero no se va. El calvario que nos espera de aquí a las elecciones es para echarse a temblar, teniendo en cuenta que de la oposición tampoco se espera mucho. Sería hora de cambiar el sistema político, para hacerlo más democrático.
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