lunes, 19 de agosto de 2013

Cospedal y los sapos

Habida cuenta de que para estar en la política y específicamente en la política española hay que disponer de un estómago preparado para digerir sapos, el anuncio de Cospedal de que no está dispuesta a tragarse más sapos que los justos más parece una llamada llena de angustia a Rajoy que otra cosa.
A Manuel Pimentel le sirvieron un sapo y no dijo nada. Se levantó de la mesa y se fue. O sea, dejó la política para dedicarse a sus negocios, que creo que pertenecen al mundo editorial. No sé lo que come ahora, pero no es probable que sean sapos.
A Jordi Sevilla tampoco le gustaban los sapos, pero eso lo descubrió cuando lo destituyeron. Anteriormente se sentía capaz de enseñar economía en dos tardes, incluso a alguien cuya mayor aspiración consistía en contar las nubes, o en explicarles a las buenas que no debían juntarse con las malas. A Sevilla entonces todo eso le parecía bien, despertó más tarde.
Rubalcaba, en cambio, se las tragaba todas. Iba de asombro en asombro y, quizá, en lugar de llorar se partía de risa. Si la vida te da limones, hazte una limonada. La frase que le acuñaron es: Rubalcaba, te das la vuelta y te la clava. Pero es posible que haya recibido tantas como ha dado. Y sonríe.
De modo que Cospedal le dice a Rajoy que está harta. Como si Rajoy no comiera sapos. A lo mejor, lo que ocurre es que Rajoy ha aprendido a cocinarlos. Quizá les pone pimienta, un poco de perejil y como le han dicho que la sal ni verla cierra los ojos cuando la echa, y luego a comer.
Hay que estar atentos con esta gente que come sapos. Si el de al lado se descuida se lo meten en su plato. Sapo va, sapo viene, pero a fin de cuentas se lo pasan bien. Si no fuera así no estarían.

No hay comentarios: