martes, 7 de julio de 2015

La cuestión de Tania

La cuestión no es si Tania falta a su palabra o no falta a su palabra, sino que hoy en día hay mucha gente que considera que faltar a la palabra dada es normal.
Tania aseguró taxativamente, este mismo año 2015, que no iba a entrar en Podemos. Y ahora dice que está a disposición de Pablo Iglesias para formar parte de su lista. No ha ofrecido tampoco ninguna explicación sobre el cambio, quizá porque sabe que no hace falta. Los suyos se lo aceptan todo. Para los suyos lo primordial es el odio a la derecha, pero tendrán que pasar miles de años para que de entre los suyos salga alguien de la talla de Enrique Aresti Urien.
Hubo un tiempo en que la palabra dada tenía un valor. Todos se sentían obligarlos a cumplirla, porque no hacerlo tenía un coste social elevado.
Eso se ha perdido. Que no haya cumplir la palabra que se había empeñado previamente ha debido de ser un alivio para todos esos que aún teniéndola siempre en la boca, consideran un engorro la dignidad. Y ya no es sólo la palabra dada la que ha perdido todo valor. La traición se ve como normal y a quien lanza insidias se le puede considerar como respetable, según contra quien lance las insidias.
La pregunta es: si para Tania la palabra no tiene valor, ¿para qué la da? Podría haberse ahorrado el trámite. Todo apunta, sin embargo, a que volverá a dar su palabra sobre otras cuestiones y del mismo modo la convertirá después en papel mojado.
La palabra, pues, ya sólo obliga a aquellos que se valoran a sí mismos. Tienen un buen concepto de sí y procuran mantenerlo. O sea, a los que intentan ser.
Los que viven a merced de sus odios, caprichos o intereses materiales, sencillamente, no son.

 


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