miércoles, 1 de julio de 2015

Mear en Barcelona

En los primeros años 70, cuando la gasolina era muy barata, nos podíamos ir a tomar café a 200 kms de casa. Entonces también teníamos todo el tiempo del mundo.
Ha salido una moda mejor, que quizá sea una gran idea. La propuesta de los nuevos tiempos consiste en ir a mear a Barcelona. Pero no basta con decir que se ha meado allí. De eso pueden presumir muchos. Hay que hacerlo en la calle, procurarse un testimonio gráfico y colgarlo en las redes sociales. Lo del Manneken Pis al lado de esto se va a quedar en algo irrelevante que ni siquiera merece la pena ver.
Lo de mear en Barcelona puede ser una gran idea en lo que al turismo se refiere. Del mismo modo que todos los tontos del mundo se dan cita en la tomatina de Buñol, pueblo que es conocido por eso y no por sus dos formidables bandas de música, todos los guarros (y todas las guarras) del mundo pueden sentir el deseo de ir a marcar el territorio a Barcelona, con la ventaja de que a la tomatina de Buñol hay que ir un día concreto, limitación que no existe en el caso de la meada. Quizá en los días que haga mucho frío algunos no se atrevan.
Poco a poco vamos viendo en qué consiste la democracia para algunos. Otro hallazgo es que si uno no está de acuerdo con el incumplimiento de las obligaciones contraídas, o con que se juegue, egoístamente, con las condiciones de vida de los ciudadanos, en este caso los griegos, a los que previamente se les ha mentido haciéndoles creer que se disponía de soluciones mágicas, entonces es catalogado como experto repentino en Grecia.
Democracia es, según estas gentes, decirles que sí a todo y reírles todas las gracias, aunque esas gracias no tengan ninguna gracia.
Si nos insultan, dice uno que se pasa la vida insultando, sonreíd. Es una orden.

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