martes, 15 de septiembre de 2015

Una Cataluña catalana

Los catalufos, esos que al contrario de los catalanes, no respetan las leyes ni la lógica, tienen repartidos troles a lo largo y lo ancho del mundo digital, con el fin de provocar disgusto y así poder decir que hay odio a Cataluña.
No lo hay, estos tipos tan cansinos dan pena. Se inventan cosas tan peregrinas como la de que quieren una Cataluña catalana. En un principio se podría pensar que es imposible que un asturiano reclame una Asturias asturiana, menuda sandez, pero puesto que el virus del nacionalismo penetra con tanta facilidad no me extrañaría que pronto tuviéramos esa canción, una Andalucía andaluza, una Murcia murciana, etc. O un calamar calamarista.
Pero ya se entiende que su pretensión consiste en reducir a Cataluña, hacerla más provinciana, erradicar 'casi' todo lo que venga de fuera. Y digo 'casi' porque para satisfacer su megalomanía necesitan apropiarse de lo que no es suyo, como el Siglo de Oro Valenciano, por ejemplo. Con este propósito han gastado mucho dinero, procedente de los impuestos de todos los españoles, mediante subvenciones que dan a sus afines.
No les importa trivializar un concepto serio, como es la xenofobia, diciendo que la hay contra la lengua catalana. La xenofobia no tiene nada que ver con las lenguas. Y son ellos, los catalufos, los que pretenden imponer esa lengua, inventada por Pompeu no sé qué, a la fuerza, arrinconando a la española. Se burlan de los valencianos que defienden la autonomía de la lengua valenciana y los menosprecian.
Como los peores catalanistas son los valencianos, una energúmena que se gana la vida en el sector de la cultura, trivializó otro término muy serio, el del genocidio, afirmando que hay genocidio contra la lengua catalana.
Julio Caro Baroja dio en el clavo al afirmar que el problema catalán sólo se puede resolver mandando trenes llenos de psiquiatras.

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