El expresidente de Colombia, Álvaro Uribe, ha pedido una intervención militar para liberar a Venezuela de su opresor. Hay que tener en cuenta que no es el presidente y que quien sí lo es, Petro, no le va a hacer caso.
Más allá de estas obviedades, queda el hecho de que si el noventa por ciento de los venezolanos no quiere a Maduro, el porcentaje de los colombianos que no lo traga es mayor. Y ahí le duele a Petro. Pero es que además a Maduro tampoco lo quieren los uruguayos, los argentinos, los paraguayos, los peruanos, los chilenos… A esta lista se les podrían añadir los nacionales de otros países, porque al final a Maduro solo lo apoyan Cuba y Nicaragua.
El sanguinario dictador, amigo de Zapatero y Sánchez, a los que seguramente debe seguir en el cargo, respondió con bravuconería, aunque seguramente no las tiene todas consigo, puesto que debe de saber que los militares venezolanos votaron a favor de Corina y Edmundo. Es decir, que puestos en guerra contra una coalición de naciones americanas es probable que muchos de esos soldados se pasaran al enemigo.
Algunos analistas insisten en que la posición de Maduro es fuerte. Pero ya se ve que no, está solo y todo el mundo está esperando verlo caer. Para mantenerse en el poder le quedan la tortura y el asesinato. Para los diversos gobiernos del mundo, exceptuando el español, es un apestado. Por su parte, Corina continuará con sus actividades en pro del restablecimiento de la democracia en Venezuela, y sus amigos de todo el mundo proseguirán honrándola, sabiendo que con ello además debilitan a su enemigo. Difícil papeleta tienen con ella Sánchez y Zapatero. Se los come crudos.
De modo que va cobrando sentido lo de Álvaro Uribe. No porque haya alguna posibilidad de llevarlo a cabo a corto plazo, sino porque revela un estado de opinión, unas ansias de hacer desaparecer de la vida pública al criminal Maduro.
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