Fue curioso que para un asunto que requiere mucha especialización, como lo es el de las centrales nucleares, Felipe González optara por el plebiscito. Llenó toda España de carteles con la leyenda ¿Nucleares? No, gracias. A los españoles nos debió de costar un montón de dinero esa publicidad. Por supuesto que me olí la trampa, pero yo no podía influir en el asunto de ningún modo. Quien husmee en este blog podrá comprobar que siempre estuve a favor de las nucleares.
En cambio, para algo que merecía un debate social amplio, como el desmantelamiento de la antigua red de ferrocarriles, para implantar el AVE, lo cual perjudica gravemente a las economías más pobres, no consultó nada a nadie -ni tampoco nadie le urgió a que lo hiciera, así de bobo es Aznar- y actuó rigiéndose únicamente por su capricho. A nadie le ha llamado nunca la atención, otros han seguido la vía del capricho e incluso se hicieron trayectos o recorridos que luego apenas tuvieron pasajeros. A nadie se le ocurrió pensar que con la antigua red de ferrocarril una familia pobre podía hacer en tren un recorrido de larga distancia para pasar las vacaciones en su pueblo y con el AVE eso es imposible.
El caso es que hoy en día ya hay mucha información sobre las centrales nucleares. Ha habido accidentes, se han analizado las causas y visto los resultados. Se sabe que es la energía más limpia y más barata y que los residuos nucleares se pueden almacenar sin riesgo para la población. Y cuando todo el mundo está a favor de las centrales nucleares, el gobierno de España está en contra porque los socios del PSOE son de lo peor que hay. Por conveniencias políticas, España se dispone a cerrar las que quedan, no vaya a ser que las belarras, los oteguis, los rufianes y otros gañanes pongan el grito en el cielo y hagan caer al gobierno.
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