En realidad, son muchas las preguntas que se le pueden hacer a Sánchez, en la seguridad de que no sabría contestar ninguna, porque es un ignorante cabal, pero en este caso la pregunta que procede, dada su fijación con Franco, sería: ¿sabría explicar por qué murió en la cama?
Si va a celebrar cien actos conmemorando su fallecimiento y éste ocurrió de forma natural, rodeado de sus familiares y amigos, hay algo que no encaja en el empeño pedrista. También cabe la posibilidad de que Sánchez no sepa este dato, o se le haya olvidado. Es como si de repente se dispusiera a homenajear a un fantasma, una sombra, algo que en algún momento estuvo en algún lugar, y de ese algo, seguramente, el propio Sánchez no sabría dar detalles.
Franco es una palabra lanzada a los vientos, como una suerte de exorcismo, como una invocación desesperada, que espera que le dé suerte.
Pero si se utiliza una palabra sin más, sin una historia que la acompañe, la invocación. Es cierto que a la palabra Franco le unido el epíteto dictador, pero seguimos teniendo los cuarenta años de dictadura, las oleadas de fervor hacia su persona, las aclamaciones, los vítores, la gente que se arremolinaba para verlo pasar, etcétera. Para poner las cosas en contexto: que pruebe Sánchez a ir a Barcelona, a ver si lo reciben igual. Por eso digo que Sánchez debería preparar mejor los asuntos, porque corren el riesgo de confundirse con los de la risa de Bilbao, aunque con menos gracia.
Conmemorar la muerte de Franco, porque él, Sánchez, en su cortedad, ha vislumbrado el peligro de que surja otro igual, ¡y tendrían que darse las mismas condiciones que entonces!, quiere que estemos avisados y no lo consintamos. Pero de lo que no nos avisó nadie es de que el PSOE se rendiría incondicionalmente a un Felón de chicha y nabo.
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