viernes, 19 de enero de 2007

Bochornosa clase política


El caballito de la fotografía fue llevado a bendecir, el pasado día 17 de enero, festividad de San Antonio Abad, a la parroquia del mismo nombre en Valencia. Si fuera un burro, podría evocar a nuestra clase política. Pero también serviría para alertar de que los burros están en peligro de extinción. E incluso los humanos estamos en peligro de extinción, a causa de nuestra propio descuido. Para que sobrevivan los burros hay que desplazar a los burros, esta vez metafóricos, que no son otros que los políticos. Tengo el buen gusto de no seguir sus debates, puesto que es sabido que no se pueden esperar maravillas. Algo se va sabiendo luego, no obstante, al leer la prensa; hay resúmenes, comentarios sobre lo más destacado o reseñable y al final queda la sensación de que ninguno dio la talla. No se entiende el encono de unos partidos contra otros. Cuando se evalúa a una persona, por cualquier motivo de interés, en lo último que se piensa, y en realidad no se debería pensar nunca en ello, es el partido político con el que se identifica, como tampoco debería preguntarse o investigarse sobre las ideas religiosas. Y es que en todos los partidos políticos hay bellísimas personas y también grandes tunantes. ¿Por qué esa idea de acabar unos con otros? Deberían entender que cada cuál busca lo mejor y que es más importante la capacidad de gestión que la ideología. También deberían darse cuenta de que hacer justicia con quienes perdieron la guerra no es aplastar al PP. Este partido representa a buena parte de España y, por tanto, aplastarlo es dañar a España. Todos deberían entender que el enemigo es ETA. Y que hay que entender las razones de los demás y no hacer campaña política con este asunto. No se le deben dar bazas a la banda terrorista. No se deberían dar espectáculos en el Parlamento sobre este asunto. Convendría recomenzar de nuevo y olvidar rencores y antipatías.

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