Ayer se presentó en Valencia el ordenador de 100 dólares, destinado a los niños del tercer mundo. No cabe duda de que Internet va a revolucionar el mundo. Ya no se trata sólo ver el modo de vida de otras gentes, como permite la televisión, sino que Internet permite la relación inmediata con gentes muy distantes. La gente es muy reacia a cambiar, sobre todo si las cosas le van medianamente bien. Pero tener conciencia directa de las injusticias que ocurren en el mundo y de las indefendibles desigualdades acabará por producir el mismo efecto que la constante gota de agua. Poco a poco se tienen que ir despertando las conciencias, produciendo algo parecido al efecto dominó. Pero al mismo tiempo, Internet dificulta en gran manera el control de los ciudadanos. El verdadero interés de Internet resulta de la libertad que confiere. Si se recorta la libertad, ya no resulta tan apetecible. Por otro lado, es un vehículo idóneo para adquirir cultura. Si Bush, en lugar de invadir Iraq, lo hubiera llenado de ordenadores probablemente revolucionado para bien el país y hubiera recortado en gran manera el poder de Sadam.Gracias a Internet, a los nacionalismos acabará por resultarles muy difícil hacer comulgar con esa rueda de molino que es el hecho diferencial, pues en el fondo todos los seres humanos somos iguales. La necesidad y el gusto de tratar unos con otros nos llevará a buscar aquellas cosas en las que nos parecemos y a desechar las que dificultan el entendimiento. Ya sé que esto está muy lejano aún y que lo que trasciende parece bastante opuesto a lo que digo. Pero también es cierto que sin Internet los desacuerdos aún serían mayores.
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