miércoles, 26 de septiembre de 2007

Birmania, como ejemplo

Se empeñan algunos en torcer el rumbo natural de las cosas, sin comprender que la realidad es más fuerte que todo y que al final las cosas acaban siendo como tenían que ser. ¿Quién podía adivinar tiempo atrás el surgimiento de la televisión, el teléfono o Internet? Y ahí están haciéndonos la vida más fácil. Pero los móviles no sólo sirven para tener más controlados a los hijos, o Internet para ver cine en casa. Gracias a la tecnología, los ciudadanos de muchas partes del mundo han podido comprobar que en algunos lugares se come varias veces al día, así que se han puesto en marcha para pedir su ración. El único modo que quedará al final para frenar la inmigración consistirá en unir todos los países del mundo en uno solo, de modo que quien quiera ser votado tendrá que procurar que desaparezcan las discriminaciones. Y a pesar de que el mundo camina en una dirección, hay una serie de políticos azuzando al personal en otra diferente. Hay problemas, ocurren cosas, por ejemplo en el barrio del Carmel, de Barcelona, y también ocurre que en España hay una excesiva dependencia del turismo o de la construcción, y sin embargo la clase política se dedica a agitar algunas pasiones, para beneficio propio. No tiene ningún sentido luchar por la independencia de ninguna región española, siendo España una democracia y deseando los españoles profundizar sus convicciones democráticas. Si el País Vasco se independizara, a la vuelta de unos años tendría que volver a unirse a España, esta vez dentro de Europa y la situación resultaría muy enojosa. La fuerza de los vientos históricos es tal, que basta con fijarse en lo que ocurre en Birmania para comprender que tiempo atrás la dictadura de ese país hubiera tenido muchas más facilidades para actuar que ahora. Su poder actual se ve muy limitado, puesto que el mundo entero está pendiente de lo que hace, al tiempo que los manifestantes se ven apoyados moralmente desde todas partes del mundo. Los poderosos de antaño cada vez son menos poderosos. Los políticos españoles deberían limitarse a trabajar por los ciudadanos.

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