Hace pocos días, la vicepresidenta del gobierno dedicó “todo su desprecio” a algunos políticos españoles, no creo necesario decir cuales. Por mi parte, no tengo nada que alegar, puesto que cada uno desprecia lo que le parece bien. Sí que quisiera hacer hincapié en el detalle de que la Doña no ha caído en la cuenta de que una cosa es ser despreciado y otra ser despreciable. Es algo que yo he dicho varias veces, pero no me arrogo ningún mérito, es algo notorio, fácil de deducir a poco que se piense en el asunto. De ahí que el siguiente paso quizá consista en pensar en que tal vez De la Vega esté tratando de distraer la atención, porque lo cierto es que el gobierno de Zapatero ha fracasado y lo que debería hacer es dimitir y convocar elecciones inmediatamente. No lo hará, porque lo que sobra en la clase política española es ambición por gobernar y lo que falta es sentido del deber. Éste, junto con la prudencia, aconsejaba mantener un diálogo constante con el PP y pactar todas aquellas cosas que pudieran ser defendidas por ambos partidos. No lo ha hecho así el partido en el gobierno, ha buscado el aislamiento del PP, tratando de demonizarlo, tarea en la que quizá ha colaborado el propio partido de la derecha y como consecuencia los partidos nacionalistas se han crecido, espoleados muchas veces por los propios socialistas. El resultado de esa política ha sido el desafío de Ibarretxe, que el propio Imaz veía venir y trató de evitar. Lo lógico y lo correcto ahora sería que el PSOE buscara el apoyo del PP; lejos de ello, la vicepresidenta desprecia a sus dirigentes. Pero lo que nos interesa a los gobernados no es conocer las filias y las fobias de la buena señora, sino que se tomen las decisiones adecuadas. Y si le producen dolor de estómago, pues que se dedique a otra cosa.
1 comentario:
Bueno, cuando uno señala con el dedo, hay otros cuatro dedos que le señalan a él... o dime a quien desprecias y te diré qué es lo que envidias.
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