En algunos lugares, periféricos por cierto, se insiste en que hay diferentes formas de ver España, achacando de paso al centralismo el deseo de imponer una sola manera de entender la nación española. Yo creo que todo eso está muy bien, pero habría que comenzar por decir que una nación no es un hecho absoluto y perenne, sino algo circunstancial y que debe estar al servicio humano y no al revés. Si es mejor para la humanidad hacer algún cambio, conviene llevarlo a cabo. Luego y volviendo al principio, creo que es cierto que hay que aceptar los distintos modos de ver las cosas. Y hacer hincapié en que tampoco se puede ver a Andalucía, Canarias, Cataluña o Castilla la Mancha de una sola manera. Porque lo curioso es que quienes piden que se acepte la diversidad española a lo mejor ven Cataluña de un modo monolítico y no aceptan que surjan partidos discrepantes como Ciutadans. Tampoco es raro que menosprecien a los valencianos, sobre todo a los que desean ser valencianos y no catalanes. Tampoco en el País Vasco se acepta la discrepancia e incluso se incumple la ley. Para izar la bandera española hay que tener madera de héroe. Una buena parte de los vascos viene obligada a mirar debajo del coche antes de utilizarlo. La otra parte, lo consiente. Esta es una actitud de sinvergüenzas y cobardes. Con ella se está construyendo la patria vasca. Creo que todos podemos convenir, volviendo a la diversidad española, que la descentralización es un gran avance. También se puede observar, empero, que el sistema español necesita muchas mejoras, ya que no se meditó lo suficiente el sistema de las autonomías. Habría que intentar aunar todas las voluntades, buscando el punto medio y procurando la solución más justa en cada caso. Se debería procurar que el diálogo se impusiera siempre y que no hubiese lugar al uso de la fuerza o a hacer valer la ley del más fuerte, como viene ocurriendo, puesto que unas Comunidades Autónomas tienen más predicamento que otras.
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