Es sabido que al pío presidente de los valencianos le gusta meditar bien las cosas, o sea, utilizar el cerebro. (Sería bueno que es gusto por la inteligencia le llevara a preocuparse por la gente con talento. Detectar a los superdotados en los colegios y hacerles un seguimiento para que no se malogren, sería una buena medida. No vale decir ¿no son tan listos?, pues que se arreglen. Tampoco es de esperar que se deje vencer por la envidia, puesto que, como es sabido, ese fue el motivo por el que Caín mató a Abel.) Una vez que Camps ha dado con la idea genial, enseguida pone esa cara sonriente, en la que se pone de manifiesto la confianza en el futuro de quien no tiene que pagar la cuota de la hipoteca cada mes. Esta vez, el presidente al que se atribuyen cualidades maquiavélicas ha pensado en que la asignatura Educación para la Ciudadanía se dé en inglés. Probablemente, acierta. Una asignatura como esa podía resultar sumamente aburrida, salvo que los profesores se la tomaran muy en serio, tanto si se daba en castellano como si se hacía en ese catalán que el cuco presidente llama valenciano. Pillín, pillín. En inglés, la cosa cambia. Todos tendrán que estar muy atentos y además se pone en juego el orgullo patrio. Los niños españoles querrán demostrar que son, al menos, tan buenos ciudadanos como los ingleses. La ministra lo ha entendido enseguida y ha dado el visto bueno. Por su parte, Pla no se entera, como suele ocurrir. Ha desautorizado a la ministra y ha atribuido la propuesta a la maldad de Camps. Apoya al presidente en lo que no debe y le critica en lo que no toca. Hace poco, para sorpresa de propios y extraños salió en defensa de Zaplana. Puestos a defender a alguien del PP, podría haber pedido para la alcaldesa de Valencia la presidencia del Consorcio de la Copa América, que es lo justo.
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