Cuando María Jesús González e Irene Villa visitaron al entonces nuevo presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, éste les dijo: “Os comprendo, porque a mí también me mataron a mi abuelo”. Inquietante fue que mostrara tan poca empatía hacia las dos mujeres.
Esa falta de empatía no salió a la luz una sola vez, puesto que también la demostró, esta vez por la Asociación de las Víctimas del Terrorismo, cuando nombró a Gregorio Peces-Barba como Alto Comisionado, para atenderlas. Afortunadamente, este organismo desapareció tiempo después.
Tampoco puede decirse que el hecho de tildar a Arnaldo Otegi como hombre de paz revistiera mucha empatía hacia las víctimas del terrorismo. Ni tampoco de las consideraciones que se tuvieron con Iñaki De Juana cuando éste decía que estaba en huelga de hambre, para acabar escapándose después a Irlanda. Ahora, han acercado a Idoia López Riaño, la sanguinaria Tigresa, con la excusa de que ha roto con ETA. Pero este espécimen no puede romper con ETA, ha matado a casi tanta gente como De Juana y, al menos, puede presumir también, ellos son así, de 78 asesinatos frustrados. ¡Y pensar que algún día saldrá de la cárcel, como otros asquerosos etarras!
Como es lógico y a nadie puede extrañarle, la AVT no está de acuerdo con los beneficios que se conceden a los etarras. Fuentes gubernamentales han dicho que es legal, ¡otra muestra de falta de empatía con las víctimas! Ya sólo falta que Zapatero nombre ministro del Interior a Uriarte o a Setién. Es hora de repetir de nuevo que la legislación actual puede que sea muy dura con los pequeños delincuentes, pero es muy ñoña con los grandes criminales. Éstos no deberían salir jamás de la cárcel. ¿Para qué? Pero a Zapatero le interesa mostrarse amable con el entorno etarra. Para conseguir votos y seguir en su poltrona.
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