Es lo que tiene nuestra democracia, llega alguien al poder y los votantes de su partido, ya convertidos en forofos, aprueban y aplauden todo lo que hace, aunque contradiga, desvirtúe o fuerce el ideario de su partido o las promesas que hizo en periodo electoral. Dudo de que otras democracias ocurra lo mismo, al menos en otros lugares se conjuga con más frecuencia que aquí le verbo dimitir, incluso por motivos que en nuestro arrasado solar patrio parecen nimios.
Tenemos un presidente que se dice de izquierdas, o mejor dicho, más que eso todavía, del fondo de la izquierda, más a la izquierda ya no se puede estar. Dice que devuelve las libertades y la democracia a los españoles, pero luego, al igual que otros líderes del PP, sólo admite de sus colaboradores el aplauso y el asentimiento. Y no sólo eso, se lleva muy bien con los dictadores, tanto de derechas como de izquierdas, y no da la impresión de que le afecte mucho el sufrimiento de la gente.
Perdonó la deuda a Bolivia, a cambio de nada, recalcó, cosa que pensando en los bolivianos está bien, pero si tiene en cuenta que el presidente de ese país es un majadero y que puede emplear ese dinero para cualquier tontería, es evidente que ese dinero hubiera estado mejor empleado con los pobres, algunos de ellos bolivianos, que viven en España.
Ahora, Moratinos vuelve a Cuba, en donde gobierna una dictadura terriblemente cruel y está a punto de morir Fariñas, al que insta a dejar la huelga de hambre. Las injusticias no le quitan el sueño, por lo que se ve; tal vez, le interesa más el triunfo de la causa, aun a costa de lo que sea. Pocas esperanzas pueden poner en él los de la famélica legión, o cualquiera que deposite en la justicia sus expectativas.
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