Escribió un artículo Francesc de Carreras, titulado “La Catalunya imaginaria”, que pretende rebatir Oriol Domingo. Como uno de los surrealistas argumentos de Domingo es que de Carreras saca el texto de su contexto, no queda más remedio que poner entera una de las parrafadas del abad de Montserrat, al que se refieren ambos:
"No podemos cambiar la sentencia, ni que haya sido dada según una aplicación restrictiva de las leyes del Estado español. Pero, desde la convicción de que el Magisterio avala otras posibilidades, habrá que continuar trabajando con medios democráticos y éticamente correctos para lograr los derechos que tenemos como pueblo. De toda manera, si queremos ser realistas, hemos de reconocer que también aquí hay cristianos, y más concretamente católicos, que ya están de acuerdo con la sentencia y que incluso quizás la habrían deseado aún más restrictiva. Hay que respetarlos y entre todos hemos de aprender que la fe cristiana se puede vivir con intensidad pese tener concepciones diferentes de como se habría de organizar la ciudad temporal. Esta visión diferente, sin embargo, no reduce nada de la fuerza que tiene la aceptación en referéndum del Estatut como expresión de la voluntad democrática de alcanzar unas altas cotas de autogobierno. Como tampoco excluye otras posibilidades de hacer realidad los derechos nacionales, que están contemplados también por el Magisterio".
A lo que induce este texto, leído entero, o por partes, es a no ir a la Iglesia, porque si los curas se dedican a esto, mejor estar lejos de ellos. Hubo un obispo en Navarra, Marcelino Olaechea, que abrazaba apasionadamente la causa del separatismo vasco. El gobierno de Franco consiguió que lo trasladaran a Valencia, ascendiéndolo a Arzobispo, y ahí acabó su pasión. Si en Valencia se le hubiera notado algún indicio nacionalista no tendría calles dedicadas ni monumentos. De la actuación de los curas cabe pensar, salvo raras y honrosas excepciones, que allá adonde van se adecúan al criterio de la jerarquía dominante. Quizá no sean respetables, pero son respetados.
Cabría preguntarse si el propio Oriol Domingo sería respetado en los círculos que frecuenta y podría escribir en La Vanguardia si asumiese las tesis de Francesc de Carreras. ¿Hasta cuántos disidentes puede tolerar este medio?
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