martes, 14 de septiembre de 2010

Ahora, las pensiones

La realidad de las cosas es que ha sido bajo el gobierno de Zapatero cuando los trabajadores han perdido gran parte de las prerrogativas que con tanto esfuerzo se habían conseguido. Zapatero, a pesar de haber negado la crisis por motivos electorales, y a pesar de que su gobierno estuvo fomentando hasta última hora el crecimiento de la burbuja inmobiliaria, no se siente culpable. ¿Cómo va a sentirse culpable un irresponsable?
Pero no es el único culpable, todos los gobiernos autonómicos actuaron igual que el suyo, basta ver lo endeudados que están para comprobarlo. Y sus titulares tampoco se sienten culpables. Pero debe de haber algo que incita al mimetismo entre los políticos, porque vienen a comportarse igual ante situaciones idénticas, aunque militen en distintos partidos. Tras un accidente mortal en una residencia de ancianos en la Comunidad Valenciana, Francisco Camps dijo: “La consellera y yo hemos sufrido mucho”. Celestino Corbacho, a punto de dejar el ministerio bajo cuyo mandato se han producido tantas catástrofes para los trabajadores, no para él, ha dicho: “Me ha tocado sufrir mucho en silencio, no se lo deseo a nadie”. Puede incluso que haya sufrido más que los trabajadores que han ido al paro, con motivo de la última ley que ha parido su ministerio. Algún organismo oficial sabía que esa ley tarde o temprano iba a hacerse y estaba esperándola para despedir masivamente.
Toda la culpa no es de Zapatero, que a lo mejor está sufriendo tanto como Camps y Corbacho, sino que hay que apuntársela principalmente a los creadores de nuestra democracia, y sobre todo a Felipe González, empeñado en defender ese engendro que nos ha traído hasta aquí. Todo el poder heredado de Franco se lo quedaron los partidos, con ventaja especial para los nacionalistas.
Ahora están en peligro las pensiones. Bastaría con situar el gasto de los políticos en el límite de lo razonable para disminuir el paro y salvar las pensiones. Habría que estipular que el gasto de los políticos no pudiese superar un razonable porcentaje del PIB. Habría que pedirles a los políticos que en lugar de sufrir tanto redujesen su número y actuasen de forma razonable.

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