Fidel, es Fidel Castro, claro. Ese nombre ya está marcado para mucho tiempo en los países libres. Quizá en los oprimidos y en los que van camino de serlo todavía sea impuesto a algunos niños, y es una pena porque el nombre no es feo, lo que ocurre es que remite a un monstruo. A un monstruo de maldad concretamente. Ha escrito un artículo titulado “Si yo fuera venezolano”, en la serie que se llama Reflexiones de Fidel.
Fidel no debe preocuparse por Venezuela, allí rige un personaje de similar catadura, un tirano sin escrúpulos, capaz de utilizar las peores mañas, y de comprar a los publicitarios que precisa para que hagan propaganda de su régimen, con el fin de hagan pasar el infierno por un paraíso. Habla el tal Fidel de lo que llama el Imperio, y se refiere a sus enormes recursos mediáticos. Es que en el mundo hay países en los que el sistema político permite crear riqueza, al contrario de lo que ocurre en el Imperio que pretende crear el tarado Hugo Chávez (los psiquiatras y psicólogos necesitarían muchas páginas para explicar todas las anomalías que presenta el psiquismo de este personaje), lo que se hace es asfixiar a las personas, para que estén sometidas al Estado, y ellos puedan el poder a su antojo.
Habla Fidel Castro, como también lo hace Hugo Chávez, de los pobres, como si les importaran mucho, como si no hicieran todo lo que pueden para empobrecer a la mayoría. Uno y otro únicamente permiten tocar dinero, en cantidades apreciables se entiende, a quienes forman parte de sus huestes. ¡Pobre Venezuela!, tanto tiempo pululando por las puertas de los infiernos no podían conllevar sino que acabara cayendo en manos de los demonios. Ojalá los venezolanos de bien salgan vencedores en las elecciones de hoy.
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