No parece muy recomendable tirar ninguna piedra, ni la primera ni la última, por muy limpio de culpa que se esté, puesto que la pedrada, no lo olvidemos, va dirigida a una persona. La pedrada, aunque sea en sentido metafórico, va destinada a alguien. En cualquier caso, una pedrada perdida puede acabar rompiendo involuntariamente una luna.
Lo que ha salido a relucir con respecto a Ángel Luna es sumamente feo, la factura de la reforma de su casa que no encuentra, su peculiar relación con el constructor, para el que comenzó a trabajar cuando dejó la alcaldía de Alicante, las recalificaciones urbanísticas que beneficiaron a ese constructor durante su etapa como alcalde, puede que no tengan ninguna responsabilidad penal, pero políticamente son suficientes para que piense en dedicarse a otra cosa. Con él ocurre lo mismo que con Francisco Camps, que viene siendo el blanco de sus ataques desde que comenzaron a publicarse, indebidamente y poco a poco, los sumarios del caso Gürtel. Camps tendrá poco que temer de la justicia, por sus conversaciones con los cabecillas de la trama lo dejan en muy mal lugar. Camps, al igual que Luna, tuvo una reacción impropia, al hacerse fotografiar rodeado por todos los miembros de su gobierno, involucrándolos en su suerte, y hacerse acompañar también en su visita al juzgado. Por mucho menos que ellos dos dimitió Antonio Asunción, y quedó como un señor. Tal vez sea ese el quid de la cuestión: quien no queda como un señor, no dimite.
Ángel Luna tiene fácil la labor de oposición, por mucho que se empeñen, Zapatero no tiene toda la culpa de que la Comunidad Valenciana esté tan endeudada, que su gobierno no pueda pagar sus deudas, etc. La situación en esta Comunidad, como en otras, es catastrófica. Hay un paro desorbitado, la gente mira al futuro con temor y la esperanza queda muy lejana, casi fuera del alcance. Lo que ocurre es que Alarte y Luna son peores que Camps, de ahí vienen sus dificultades para hacer oposición.
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