Es muy fácil decir, acaso mientras se contempla una ensaimada, que ETA no ha conseguido nada. Algo sí ha conseguido. Mucha gente se pregunta, y con legítimo derecho, si el PNV hubiera logrado la preponderancia que tiene en la sociedad vasca si ETA no hubiera existido. Habrá que ver lo que ocurre cuando ETA haya desaparecido. Mientras tanto, el libro “Vidas rotas”, que recoge las “hazañas” de ETA, sirve para dar idea de la índole y de la magnitud del problema.
ETA sí ha conseguido algo. En muchos lugares de España en los que se quería y admiraba a los vascos ahora se les odia y se les teme. Algunos vascos de viaje por España han tenido que sufrir que se les raye el coche únicamente porque llevan matrícula vasca. Evidentemente, quienes llevan a cabo estas acciones son de la misma índole que los filo etarras, aunque no lo saben.
ETA ha conseguido que en muchas familias vascas en las que reinaba la paz y la concordia, haya desunión y desesperanza. Que en los pueblos en los que había alegría de vivir y gusto por la fiesta, impere el miedo, el recelo y la traición. Que en donde al pan se le llamaba pan y al vino, vino, se hable con eufemismos y medias verdades. Donde hay extorsión, asesinato y brutalidad, se habla de “conflicto”. Ha conseguido que haya políticos que condenen de palabra a ETA, pero que la favorezcan con sus hechos, al oponerse a las medidas del gobierno en contra de la banda.
Ha conseguido ETA que muchos curas y obispos se quiten la careta, que un buen número de vascos haya tenido que abandonar el País Vasco, en busca de una forma de vida menos azarosa y arriesgada. ETA, por fin, ha conseguido engañar a muchos muchas veces, y ahora lo intenta de nuevo. Pero la decencia exige que los etarras vayan a la cárcel.
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