La ministra italiana de Trabajo lloró al dar a conocer las medidas adoptadas por su gobierno relativas a su ministerio. Ah, en España hubo quien dijo que iba a celebrar no sé qué “con champán y mujeres”, las nuestras, claro, añadió después. Este individuo, que pidió perdón después, y que maneja un buen puñado de dinero de los contribuyentes, no ha sido reconvenido por Rajoy, ni se le ha invitado a dimitir.
Mario Monti, el presidente del gobierno de Italia, ha renunciado a su sueldo como presidente y como ministro de Economía. Ah, en España hay uno al que los contribuyentes le pagamos el mayordomo. Rajoy no le ha dicho nada.
No se trata de criticar a Rajoy antes de que asuma la presidencia. Nos vamos enterando de las nauseabundas (para mí son peor que nauseabundas, quién esté conforme allá él) conversaciones de Zapatero con ETA. También nos vamos enterando de lo ocurrido en una gasolinera. Nos duele en el alma, en el corazón y en bolsillo la gestión de Zapatero.
De lo que se trata es de saber qué podemos esperar de Rajoy en estos tiempos tan difíciles. Está bien que esconda sus propósitos, para que no se los hundan antes de que los ponga en práctica. Pero algunos gestos podría haber hecho. Gestos que generasen ilusión.
Ha dicho Mario Monti que lo que ocurre en Italia no es culpa de los europeos, es culpa de los italianos que en el pasado no han dado importancia al futuro de los niños del país.
Del mismo modo, lo que ocurre en España es culpa de los españoles. Ah, pero no de todos. Bastantes más de la mitad de los españoles no tenemos ninguna culpa de la crisis. Y todo hace presumir que va a ser precisamente esa mayoría de españoles la que va a cargar sobre sus hombros con ella. Ese es el camino más corto para que los culpables repitan en cuanto puedan.
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